lunes, 9 de enero de 2012

Raul Plassman, el campeón del mundo con buzo amarillo

Aunque en la conquista de la Copa Intercontinental del Flamengo ante el Liverpool en 1981, la estrella de Zico fulguraba más fuerte que cualquiera de las otras que pisaron el terreno de juego de Tokio, había un personaje que estaba seguro de la victoria, y no sólo por la categoría de su más talentoso compañero, o de otros, como Júnior, Leandro, Tita y Andrade, sino por lo que hubiera sido un detalle para algunos, su vestimenta, que tenía una historia detrás.

Pero la historia de Raul Plassman, conocido mucho tiempo en el fútbol brasileño sólo como Raul, en este desesperado y casi absurdo intento de los brasileños de ponerse apodos, incluso cuando no hay necesidad, se remonta al mes de septiembre de 1944, cuando nació en la ciudad de Antonina, en el estado de Paraná. No fue casualidad, entonces, que luego de haber jugado durante su juventud en algunos conjuntos de poca envergadura de la región, le fichara el Atlético Paranaense.

En el “rubronegro” debutó en Primera División cuando tenía apenas 19 años, y desde entonces se hizo un hueco como titular casi indiscutible, en una etapa en la que el club venía creciendo con pasos lentos pero firmes. Sin embargo, rodeado de futbolistas de evidente categoría inferior a la suya, sus habilidades quedaron demasiado patentes muy pronto, y el San Pablo, ya uno de los grandes de Brasil, se lo llevó al otro año, en 1964.

Pero en el tricolor pasaría más sinsabores que momentos dulces, luego de una primer temporada de adaptación a un gigante del continente que se volvió muy dura para él, en la que apenas tuvo participación. No obstante, sus cualidades estaban fuera de discusión, y el Cruzeiro decidió hacer un esfuerzo económico para llevarse al que todavía era considerado como una de las “perlas” del mercado local.

En este caso, con un buzo estilo "Suecia"
Era 1965 y probablemente Raul enfrentaba una de las últimas posibilidades serias de asentarse en un importante equipo de su país. La suerte no podía haber sido mejor, y aquí comienzan lo que muchos señalan como el verdadero secreto de las grandes actuaciones que lo procedieron: su buzo de arquero amarillo, o raras veces naranja.

La situación realmente fue la siguiente: Raul debutaba en el Cruzeiro, y no tenía una camiseta que se distinguiera claramente de la de sus compañeros, por lo que se puso una amarilla de un auxiliar, cuando lo normal para la época era solamente el negro. Hasta tal punto se cuestionó esta decisión, que muchos de los periodistas del momento realizaron insinuaciones sobre la homosexualidad de Plassman, que con los años quedaría en la nada.

Sin embargo, y a pesar de la clara intención de los medios de ridiculizarlos, Raul no se dejó avasallar, y tuvo una seguidilla de grandes actuaciones, por lo que decidió adoptar desde entonces la costumbre de utilizar el ya famoso buzo amarillo, y dejando de lado esa sensación de insipiente discriminación que vivía con el mismo, comenzó a considerarlo como una especie de talismán para su futuro deportivo. Según él, los atacantes se obnubilaban por el color fulgurante, y remataban hacia donde el estaba parado.

De hecho, y para no entrar en mayores precisiones, Raul fue titular e ídolo del Cruzeiro entre los años 1965 y 1978, llegando a disputar 557 encuentros con el “zero”, siendo el cuarto en cantidad de presencias en la historia del club, y el primero en este ránking si consideramos solamente arqueros. Su paso se tradujo además en títulos de mayor y menor índole, concretamente 30.

Entre todos ellos destacan, por supuesto, el Brasileirao de 1966 y la Copa Libertadores de 1976, que logró al derrotar en la final el Cruzeiro a River Plate de Argentina, luego de tres encuentros. No obstante, en la final por ser el mejor del planeta, los brasileños se encontraron con un poderoso Bayern Munich, que no tuvo inconvenientes en superarlos por un global de 2 a 0, con goles de Muller y Kappellmann.

Una vez que decidió su marcha del equipo, Plassman tenía un nombre hecho en el continente e incluso fue buscado desde Europa, pero como su intención era la de no salir de Brasil, aceptó gustoso una oferta del Flamengo, con una condición que no estaba reflejada en el contrato, pero que se hacía latente en el sentimiento de esperanza de cada hincha del Fla, su buzo amarillo.

Sus producciones en el conjunto más popular de Brasil fueron tan sobresalientes como en el su anterior club, y rápidamente fue acogido como uno de los preferidos de la “torcida”, por lo que ya era común ver fanáticos que llegaban al estadio con su tradicional indumentaria. De más está decir que con las conquistas del Brasileirao en sus ediciones de 1980, 1982 y 1983, esta situación llegó a su punto de auge.

A pesar de eso, Raul tenía una cuenta pendiente con el fútbol y su buzo amarillo con la buena fortuna. Se trataba de la Copa Intercontinental, pero para ello primero había que ganar la Libertadores. El Flamengo lo hizo, precisamente en 1981, al superar en la final a Cobreloa de Chile por un global de 4 a 2 luego de tres encuentros, con todos los goles anotados por el inefable Zico.

Una versión algo más anaranjada
El primer objetivo estaba cumplido pero para Raul, en el plano personal, y el Flamengo, que nunca había obtenido la Copa Intercontinental, se trataba de una oportunidad única de redimirse. El rival era el Liverpool, que había derrotado al Real Madrid en la final de Europa por 1 a 0. En Asia no hubo equivalencias. Japón fue testigo de cómo la victoria, y la gloria, caían del lado de los sudamericanos.

Flamengo se impuso por un contundente 3 a 0 con dos goles de Nunes y uno de Adilio, todos ellos en el primer tiempo, lo que dio una idea de la magnitud de futbolistas que conformaban el elenco carioca. En los festejos, se podía ver una figura sumamente sonriente, por encima de un visible buzo amarillo, que había ido por los laureles abandonados en el fin del mundo, un lustro atrás.

A su regreso a Brasil, ya nadie preguntaba a Raul la relación entre su atuendo y sus andanzas homosexuales, sólo algunos se inclinaban por intentar averiguar ciertas propiedades místicas de su buzo. Para él, retirado en 1983 con todos los laureles del fútbol brasileño, ello ya no era importante.

Pero Plassman tuvo sus propias espinas. Aún a pesar de haber sido probablemente el más destacado guardameta de su país durante cerca de una década, apenas jugó 17 encuentros representando a Brasil, y nunca acudió a un Mundial, siquiera como suplente. En 1982, cuando su convocatoria parecía segura, Telé Santana terminó decidiéndose por Valdir Peres, Paulo Sérgio y Carlos, dejándolo en casa.

Una vez retirado, Raul comenzó a desempeñarse como comentarista de encuentros de fútbol, especialmente en la Red Globo, y aunque tras haberse recibido de entrenador dirigió al Cruzeiro en 1987, la experiencia fue corta y no demasiado positiva. En 2003 se convirtió en técnico del Londrina, pero tras un nuevo fracaso pasó a ocupar el rol de dirigente. Desde el año pasado, forma parte del staff de formadores de los niños que juegan en las categorías base del Cruzeiro, su casa.


4 comentarios:

  1. Seguramente guardará ese famoso buzo amarillo con mucho cuidado.
    Saludos

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  2. No conocía tu blog, pero me parece espectacular por la historias que cuenta. Seguiré leyéndolo. Te invito a participar en los "Premios De paradinha 2012" http://deparadinha.blogspot.com.
    Un saludo.

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  3. Hola Augusto. Te escribo de http://calcionapolienespanol.blogspot.com para avisarte que ya agregué un enlace hacia este blog. Por favor avisame cuando hayas hecho lo mismo por aquí. Gracias

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  4. Paolo ya estás agregado

    Carlos, un placer poder concursar en esos premios que tan buen nivel de blogs he visto

    Nahuel, creo incluso que algún buzo de estos de Plassman se encuentran en el Museo del Cruzeiro, pero no he podido confirmarlo

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