jueves, 22 de septiembre de 2011

Víctor Lobatón, y el gol que pudo evitar una tragedia

Diario El Gráfico, de Argentina, al otro día
Víctor Lobatón fue un jugador peruano, de la década del ´60 especialmente, que tuvo la oportunidad de compartir un terreno de juego con alguno de los más grandes futbolistas que ha dado su país, como por ejemplo Héctor Chumpitaz, con quien además de la selección compartió equipo en el Universitario de Lima. Sin embargo, su vida y la de toda una nación se vio sacudida el 24 de mayo de 1964, cuando se produjo una de las mayores tragedias del deporte a nivel mundial.

Es que se estaba jugando la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio de ese año, y Sudamérica había determinado que acudirían a la cita los dos conjuntos mejor clasificados en un sistema de todos contra todos. Para ese momento, Argentina era la cómoda líder, mientras que Brasil y Perú luchaban desesperadamente por el segundo puesto y el boleto a Japón.

Ese día, concretamente, se encontraban en Lima Perú y Argentina, siendo que los locales tenían la posibilidad de alcanzar a un Brasil que había resignado puntos en su camino, y la expectativa era total. El Estadio Nacional fue el recinto elegido, y quedó chico a pesar de su capacidad, en consideración de la cantidad de gente que quedó esperando fuera. Para evitar su ingreso, los responsables de las puertas de acceso las trabaron con candados.

Ya avanzado el encuentro, y manteniéndose la victoria visitante por 1 a 0 a pesar del mejor juego de los peruanos, se produjo una jugada en su ataque, en la Lobatón logró empujar el balón al arco desguarnecido de un portero argentino Cejas que había quedado tumbado tras un choque con el mismo en la previa de la acción.

Los 50 mil aficionados presentes -aunque la asistencia oficial era menor- gritaron el gol con todas sus fuerzas, con las típicas “avalanchas” sudamericanas, pero de pronto, el árbitro del encuentro, el uruguayo Ángel Eduardo Pazos, corrió hacia donde estaba Cejas tendido, con una de sus manos en alto, y la inequívoca señal de que había cobrado una jugada peligrosa de Lobatón.

Los fallecidos en la tragedia
El silencio en el estadio fue absoluto. Pero en cuestión de segundos, una gran cantidad de fanáticos peruanos se intentaban trasladar hacia la tribuna sur para llegar hacia el árbitro y poder agredirlo por la sanción. Cuando los policías advirtieron esto, fueron al choque de los hinchas, golpeándolos y multiplicando su sed de venganza.

En ese momento, Germán Cuenca Arroyo, mejor conocido como el “Negro Bomba”, se lanzó al terreno de juego del estadio en protesta por la invalidación, siendo reprimido con dureza por la fuerza pública. Su detención catalizó las protestas de los asistentes, al punto que ya no fue posible seguir con el partido.

Entonces, las fuerzas de seguridad tomaron la decisión de lanzar gases lacrimógenos para disipar a la multitud que se había agolpado en la tribuna más alta. Cuando los mismos surtieron efecto, los hinchas que estaban allí comenzaron a arrojarse a las gradas más bajas para ganar aire, pero a riesgo de colapsar totalmente las mismas.

Producto de esto, y más allá del intento desesperado de muchos de los fanáticos de arrojarse al campo de juego, unas 330 personas resultaron fallecidas, todas ellas con signos de asfixia y aplastamiento, en una tragedia que claramente se pudo haber evitado, como también pudo haber sido peor.

Luego de ello, el estadio fue remodelado y la capacidad del mismo reducida hasta los 45.000 espectadores, para evitar que volviera a suscitarse una tragedia de semejantes cifras. En tanto, las acusaciones sobre la actuación de las fuerzas militares, y la posibilidad de que algunos de los muertos presentaran heridas de bala, quedaron en la nada, como mucho de lo que sucedió en Perú por aquellas décadas.



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